EL CIELO Y EL INFIERNO

Un hombre estaba un día haciendo oración cuando se le ocurrió hacerle una petición atrevida a Dios: Que le concediera la gracia de ver el Cielo y el Infierno.

El Señor decidió regalarle ese privilegio y llevó al hombre hacia dos puertas.

Al abrir una de las puertas, el hombre miró dentro y vio que en medio del cuarto había una mesa redonda.

Encima de la mesa había una gran olla de comida que olía tan deliciosa que al hombre se le hizo la boca agua. Las personas sentadas alrededor de la mesa estaban muy delgadas, hambrientas, y de muy mal humor.

Cada uno tenía atado a su brazo una cuchara con un mango muy, muy largo. Todos eran capaces de meter la cuchara en el guiso y llenarla, pero ya que el mango era más largo que sus brazos, ninguno podía meter la cuchara dentro de su boca. Luego fueron y abrieron la siguiente puerta.

Era exactamente igual que el primer cuarto. Había otra mesa redonda con la misma gran olla de comida que volvió a hacer sentir apetito al hombre. La gente estaba equipada con las mismas cucharas de mangos largos, pero aquí la gente estaba bien alimentada y llena de salud, riéndose y hablando. El hombre dijo: Señor ¡No lo entiendo! "Es simple, dijo el Señor: "La situación aquí es un reflejo de la vida en la tierra. Los que están en el cielo usan sus cucharas para darse de comer los unos a los otros, mientras que los castigados en el infierno únicamente piensan en ellos mismos".

Aplicación: Preparemos las cucharas de nuestro corazón para dar de comer a nuestros hermanos.