GUADALUPE ORTIZ DE LANDAZURI

El día 18 de mayo, el Cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos, presidió la Ceremonia de BEATIFICACIÓN DE GUADALUPE ORTIZ DE LANDAZURI en el palacio de Vistalegre, de Madrid.

Guadalupe nació en Madrid el 12 de diciembre de 1916 (fiesta de la Virgen de Guadalupe); y murió en Pamplona el 16 de julio de 1975 (fiesta de la Virgen del Carmen). Es la primera mujer del Opus Dei beatificada.

Vivió la santidad en medio del mundo hasta su fallecimiento por una enfermedad cardíaca, a los 59 años. Su sonrisa, buen humor y optimismo y su amor a Dios y a los demás fueron sus rasgos más característicos.

Estudió la carrera de Ciencias Químicas en la Universidad Central de Madrid. Era una de las 5 mujeres de una clase de 70. Sus compañeros de universidad la recuerdan seriamente dedicada al estudio, con gran simpatía y amante de lo imprevisto.

Durante la Guerra Civil Española su padre fue hecho prisionero y, finalmente, condenado a ser fusilado.

Guadalupe, que tenía 20 años pudo despedirse de él horas antes de su muerte y darle serenidad en esos duros momentos. Perdonó de corazón a los que habían decidido la condena de su padre.

En 1944 se entregó al Señor en el Opus Dei. Sin dejar la química, una de las tareas que realizó fue atender la administración doméstica de las residencias de estudiantes que se estaban poniendo en marcha, en Madrid y en Bilbao. También fue la directora de la residencia universitaria Zurbarán. Conectaba fácilmente con las universitarias, que respondían con confianza a la paciencia y al cariño que les mostraba y al sentido del humor con que les ayudaba en su vida académica y personal.

En 1950, por invitación de san Josemaría, fue a México para llevar el mensaje del Opus Dei a esas tierras.

En 1956 se trasladó a Roma para colaborar más directamente con san Josemaría en el gobierno del Opus Dei.

RECOGEMOS ALGUNAS DE SUS FRASES DEL LIBRO “CARTAS A UN SANTO”

“Estoy siempre contenta, porque intento servir al Señor y a los demás. Cada día tengo más confianza en su ayuda y menos en mis fuerzas”. “Casi constantemente encuentro a Dios en todo; esa seguridad de Dios en mi camino, junto a mí, me da ilusión en todo”. “En la oración a veces no puedo pensar en nada; noto como la cabeza cansada de discurrir y solo me agrada apoyarme en el Señor y sentirme allí; entonces noto cuánto le quiero y soy muy feliz”.