NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

La madre estaba llorosa junto a la cruz dolorosa de donde su Hijo pendía

(Del Himno “Stabat Mater)

El amor de nuestra Señora es magnánimo y más poderoso que la misma muerte.

Atravesada está siete veces por el dolor, como por siete espadas, pero no rehúsa los dolores, sino que los padece con su Hijo por la redención del género humano.

María está de pie, sin claudicación ni desmayo, junto a la cruz, herida en su corazón de madre, pero erguida y fuerte en su entrega.

Es María la primera y más perfecta seguidora del Señor, porque ella toma sobre sí la carga de la cruz y la lleva con amor íntegro. Ella es la que con su propio dolor completa lo que falta a la pasión de Cristo.

Este momento de prueba y de dolor, que es un tiempo difícil para todo hombre, se transforma para María en tiempo de entrega al Padre.

A ejemplo de María, nuestra Madre, tomemos y aceptemos nuestra cruz de cada día, esas cruces grandes y esas otras, muchas más, cruces pequeñas, por amor a Cristo.