SI NO LLUEVE

S i no llueve..." Hace muchos años, un diario español publicaba, en su sección de "cartas al director", la romántica epístola que un joven dudosamente enamorado, pero muy romántico, dirigía a su novia.

No podría reproducirla literalmente, pero la amorosa composición venía a decir lo que ahora sigue: "Amor mío: por verte a ti, escalaría las cumbres más ariscas y los picos más altos; por verte a ti, capaz sería de cruzar a nado el océano; por verte a ti, atravesaría yo la selva llena de fieras de parte a parte; por verte a ti, recorrería los desiertos sin una gota de agua; por verte a ti, hasta a volar estaría dispuesto con las alas de Ícaro Te ama desesperadamente: Nicasio. P.D.- El sábado, si no llueve, iré a verte."

"Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras"... Es fácil amar de palabra; es fácil enamorarse "de boquilla"... Dar la vida es muy, muy difícil. Por eso, las palabras de Juan: "Y el Verbo se hizo carne" tienen para nosotros una traducción gozosa que es la prueba de Amor más grande que jamás haya recibido hombre alguno: "La Palabra se hizo obra; se hizo Verdad".

La Encarnación supone que, en la carne de un Niño, la carta de Amor de Dios, su Palabra enamorada, se hizo Verdad palpable. Cuando Dios dice "te quiero", no escribe una carta y luego se queda en casa; cuando Dios dice "te quiero", su "te quiero" toma carne y se entrega por nosotros. Jesús, el Hijo, es el "te quiero" de Dios hecho obra y Verdad, Y la Encarnación supone que, como natural respuesta, el "te quiero" que decimos a Dios debe poder tocarse y palparse, llueva o no llueva: en nuestro porte externo, en el orden en nuestras cosas, en nuestra mirada, en nuestra sonrisa, en nuestro buen humor, en nuestros detalles de cariño...

La Encarnación supone que María, Madre del Verbo, hizo con su vida unos labios de carne con los que Dios pronunció "te quiero"... Y lo pronunció como pronunciamos nosotros: abriendo los labios dóciles, y besando con ellos el alma de los hombres.

En María, Dios me ha besado, y el beso se llama Jesús... ¡Aunque llovía!