ABRID LAS PUERTAS A CRISTO

“No había sitio para ellos en la posada” Señor, ayúdame en esta Navidad a no mirar hacia otra parte, a reflexionar más seriamente en lo que significa que Tú te hagas Niño por mí. Y quiero vivir de tal modo que pueda ayudar a que te abramos muchas puertas que, como nos recordaba S. Juan Pablo II (“¡Abrid las puertas a Cristo! ¡No tengáis miedo!”), no deben cerrarse a tu palabra, a tu luz, a tu verdad… Señor, te pido perdón porque he sido cobarde y me ha dado miedo admitirte en mi casa, en mi vida… He pensado más de una vez que venías a complicarme la existencia, a decirme cosas que yo no estaba dispuesto a oír y menos a vivir. .. Y a base de alejarte de mí –aunque Tú no has dejado de llamar a mi puerta, una y otra vez- has acabado siendo un extraño, alguien ajeno a mí y a mis proyectos, y he perdido interés por “tus cosas”. Cada vez me he instalado más en una indiferencia hacia Ti, y he llegado a pensar que podía vivir perfectamente sin contar contigo. Es, aunque resulte duro decirlo, como si no hubieras nacido, como si no hubiera sido cierto que Tú viniste al mundo hace dos mil años en Belén; menos aún soy consciente de que viniste al mundo precisamente por mí y para mí. Señor, haz que estos días de Navidad, al calor del Belén, descubra al menos un poco más el amor incondicional que me tienes, como lo han descubierto los santos y por eso te han seguido con tanta intensidad. . (Al calor de Belén, Juan Moya Corredor)